Budapest, Memorias de una Erasmus


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Me doy un alto en el camino de mi relato Erasmus para hacer un recuerdo de una ciudad que ha marcado mucho, Dublín. A esta ciudad aterricé el pasado mes de julio gracias a una beca (la famosa Beca MEC) de tres semanas de duración. Quizá una de las razones por las cuales me lo pasara tan bien en la capital irlandesa fue que no tenía grandes ilusiones. No sé los motivos, pero simplemente no pensaba mucho en que iba a salir de España otra vez,era como si no esperase mucho de este pequeño tiempo.

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Típica estampa dublinesa con el Río Liffey en primer plano.

Sin embargo este viaje con mi Erasmus tiene bastante que ver. Hace dos años se me concedió esta misma beca y la rechacé, la dejé pasar, como se quiera ver. Reconozco que en ese tiempo me daba miedo salir fuera de España. Esto me dio tanta rabia que pensé que qué mejor forma de “autovengarse” que irse de Erasmus. Así pues también podría decir que con este viaje he “hecho los deberes” de alguna forma.

Este curso de inglés lo tuve que gestionar en poco tiempo, por lo que opté por una agencia que además está en Elche, topschool. Escogí un paquete no muy barato (1455€) que incluía alojamiento y curso de 20h semanales en la “Language Centre of Ireland” más conocida como LCI (www.lci.ie). Quizá en un principio me llamaba más la atención hacer las américas, pero algo me decía que esta era también una gran oportunidad para conocer Irlanda.

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Yo en la puerta de la escuela (por supuesto foto hecha un día o dos antes de irme…). Fijarse cómo iba en pleno agosto. Imprescindible una chaqueta fina impermeable y a ser posible con capucha. Ni un solo día me puse pantalón corto.

Así yo solo (con un par) me las apañé para salir desde el aeropuerto de Almería con un Ryanair hacia Dublín. Las tres horas de vuelo se me pasaron rápidas ya que por suerte conocí a una simpática chica con la que hablé durante todo el trayecto a la que aprovecho para mandarle un saludo.

Justo al llegar nos cayó una tromba de agua que duró exactamente el tiempo que tardé en ir del avión a la terminal. Menudo recibimiento tuve de Dublín o Baile Átha Cliath en gaélico que viene a significar “La ciudad del vado de los zarzales”.

Calado hasta las cejas entré en el enorme aeropuerto donde tuve que despedirme de la chica que había conocido para encontrarme otra vez totalmente solo. Así empecé a andar sabiendo lo que debía hacer pero sin mucho rumbo (libertad total), hasta que encontré la salida.

Para ir al centro de Dublín tenía las siguientes opciones: Taxi 20€, First Dublin Airport Bus 7€, Dublin Airport Express 6€ o el autobús 16a 2.20€ así que adivinad cuál de ellos cogí y cuál es el que más recomiendo. Convencí a un grupo de españoles que se vinieran conmigo en el 16a pero que no iban a mi residencia, por lo que en pocos minutos me iba a encontrar de nuevo totalmente solo. Yo era el raro de una tal Archway Court (que así se llamaba mi residencia). Cuando vi un pincharraco de 100m de altura (The Spire) les dije que esto era el centro de Dublín.

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Esta enorme escultura (más de 100m) se llama el Spire de Dublín y domina el skyline de la ciudad. Está en el centro de la Avenida O´Conell y es un punto de reunión, además de servir como punto de orientación (se ve desde prácticamente toda la ciudad). Mirar desde su base hacia su cima da una sensación rara. Puede gustar o no, a mi me encantaba.

Así que ellos siguieron su camino y volví a verme solo en medio de otra tromba de agua (little shower como las llamaban por allí) con mi paraguas lleno de óxido (imaginad lo que lo uso en Elche). Mapa en mano no estaba preocupado además sabía que mi residencia no acababa muy lejos de allí. Fueron unos extraños minutos. La gente me observaba, sabían que no era irlandés, no tengo el pelo y ojos claros por lo que les llamaría la atención. Me resultaba extraño porque en Budapest yo pasaba por húngaro.

Conforme iba caminando las calles se volvía un poco feas y de ambiente raro aunque en poco tiempo llegué a la calle Mountjoy St. y menos mal que ya sin la lluvia. Y cuando me encontré con la presunta puerta quería ponerme a llorar, y es no me podía creer que esa puerta carcelera fuese mi residencia. Me paré a investigar como narices podría entrar ahí, porque estaba cerrada y no había nadie.

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Esto fue lo que me encontré nada más llegar a la supuesta residencia y en esa puerta negra me quedé esperando un buen rato sintiéndome un poco tonto hasta que alguien me abriese. En algún momento dudé de si esta era mi residencia.

Toqué todos los timbres, pegué voces, forcejeaba la puerta y nada, pasaban los minutos y un taxista me quiso ayudar. Nada. 15 minutos esperando y yo en la calle. Tan pronto como empecé a dudar de si ese era mi aposento aparecieron tres sonrientes españoles un chico y dos chicas) que abrieron la puerta casi por arte de magia, y tan pronto como entré me recibió un señor mayor llamado Charlie que me hacía arrancar mis primeras palabras en inglés tras meses y meses sin hacerlo. Me adentré en la residencia y ahora sí se me olvidaron todas las pequeñas penurias porque era un patio con miniedificios de tres plantas con 6 habitaciones individuales, tres baños por cada seis personas, cocina con lavavajillas (menos mal!), neveras, horno, salón comedor con TV. Un lujo para tratarse de residencia de estudiantes. Charlie me enseñó mi habitación que resultó ser más grande que mi propia habitación de Elche.

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La residencia (primer plano) era un conjunto de miniedificios de 3 plantas con un patio central muy idóneo para conocer gente. Abajo a la izquierda mi habitación. Contaba con un armario muy grande y la cama era muy cómoda. La limpiaban cada semana pero apenas paraba por mi habitación. Estuve 3 días sin deshacer la maleta porque sencillamente no tuve tiempo. Abajo a la derecha la cocina con dos neveras, lavavajillas, etc. entre todos procurábamos que todas las cocinas estuviesen siempre limpias. Un 10 para la residencia a excepción de la lavandería que valía 6€ (3€ lavar, 3€ secar).

Al poco tiempo me dio la llave y bajé a la cocina para ver “qué se cuece por ahí” ya que iba solo y debía empezar a moverme. Un montón de nombres que se me olvidaban nada más decírmelos. Una italiana, una rusa, una española, un español, otro español, otro español, otra española, otro español, otro español, otro español, y así hasta tener casi un 60% de gente española, un 10% italianos y un 30% no sabe no contesta… Con este panorama dime a ver qué puedes aprender.

Al poco tiempo me crucé con una de las chicas que me abrieron la puerta, Ana y que también había llegado ese día para quedarse unas semanas allí, me tiré hablando con ella y con más gente hasta que cayó la noche cuando conocí a Alejandro de Barcelona y a su hermano Javi, que con una multitud más nos invitaron a Ana y a mi (y a saber a quién más, pues yo no me enteraba de nada) a su “casa” a cenar, pollo con tomate y tortilla de patatas que me sentó a pura gloria, justo antes de acostarme.

El primer día de escuela fue un poco raro, como todos los primeros días claro. El nivel me parecía más bien flojito, muchos juegos, y cosas en grupo. Por supuesto la mayoría de los alumnos eran españoles. Daba la sensación de estar en la escuela oficial de idiomas en España.


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Todos mis compañeros de clase. 6 españoles, 1 coreano, 2 suizos, 1 japonesa, 1 italiana, 1 francesa.

De vuelta a la residencia me acompañó Ana y conocí mejor a mi compañero de edificio Alfonso (después de su megasiesta del día anterior) y con ellos fui al Tesco a comprar algo de comida para hacer en la residencia. Y esto último se fue repitiendo casi de igual forma durante las 3 semanas.

Y por igual el buen rollo en la residencia, las fiestas en los pubs de Temple Bar, las risas, las cocinillas, las Guinness y las Budweiser, los viajes, los largos paseos por Dublín, las fotos, las conversaciones tirados en el césped.

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Los viajes nos llevaban a lugares increíbles para mí como por ejemplo este de Irlanda del Norte.

Poco a poco se fueron forjando LEYENDAS en forma de frases o fenómenos paranormales. Todos sabemos que ocurren en los viajes, que ahí están pero también sabemos que luego nos acordamos casi más de ellas que de cualquier monumento.

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- La leyenda de la gran compra del Tesco para no tener que pasar todos los días.dublin 367

- Las fotos “macro”.

- La vueltecilla a lo Grand Prix de aún no sabemos qué en los alrededores de Galway.

- Las bolas locas del centro comercial.

- Mi trípode del poundworld (duró una noche).

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- La chica del escaparate del C.C. Debenhams.

- La resaca Hannover (en lugar de hangover).

- Los capucchinos ajquerosos del Tesco.

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- El vaso de leche calentita con cereales y colacao después de la fiesta.

- El loco de Archway Court que daba vueltas corriendo por su habitación.

- Yo y mi afición por inventarme palabras en italiano:

(palabruto, sartenato, chanclutto)

- Los spaghetti a la bolognesa.

- La salsa bolognesa en sí ya era una leyenda.

- La salsa salad cream.

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- El garlic bread.

- Los champiñones y la cebolla en su conjunto.

- La chandalera asesina lanza sandalias.

- El grito de “ah algo me ha impactado en la cabeza y no sé el qué”

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- La pizza del Tesco de jamón york y queso alias “plastic pizza”

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- Las sartenes que pegan todo. Mención especial a los huevos fritos.

- La mamma arrasando con todas las subsistencias.

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- El Tchorro y su caballo Tempesta.

(Según Güido yo era Alejandro de la Vega)

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- Giovanni en las fotos.

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- Los insípidos cereales de Alfonso

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- Antonia la española de la oficina de turismo fue durante algún día leyenda.

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- El pan chapata pan, pan de dos kg, merece toda una leyenda.

- La espera a Álex de Sant Cugat como leyenda matutina.

- Álex de SC en las fotos también podría considerarse leyenda.

- El lavavajillas que no traga pastillas.

Y seguro que muchas más de las que ahora mismo no me acuerdo, porque han sido innumerables los momentos para recordar.

Ana, Fabienne, Florisel, Alfonso, Marta R, Marta M, Alejandro, Nacho, Juan,… y sería muy injusto seguir poniendo nombres (todos sabéis lo que habéis sido para mi) porque han sido muchos los que han hecho de Dublín para mí un tiempo inolvidable, con una inolvidable compañía.

A todos, de todo corazón, GRACIAS.

A continuación os dejo con las fotos de lo más importante de la capital irlandesa (en otro post pondré todos los viajecillos que he ido haciendo por este país).

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Dublín no aun no dispone de metro o de una extensa red de tranvías, por lo que la ciudad está plagada de estos autobuses de dos pisos, casi todos Volvo-Alexander. Circulan unas 3 generaciones del mismo modelo.

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Desde hace no mucho se está intentando implantar en Dublín una red tranviaria que ellos llaman LUAS. Para ello usan varios Alstom Citadis similares a los de Madrid, Murcia o Barcelona. La red de cercanías pasa por el centro de Dublín y la llaman DART (abajo izquierda), no es muy extensa y al igual que el LUAS no consigue arreglar por el momento los problemas de tráfico de Dublín. Prácticamente todos los semáforos de Dublín tienen el botón para pedir el semáforo verde de peatones (abajo derecha). Hacían un pío pío muy característico y siempre daban ganas de estrellar ese botón tan grande. Tenías siempre que cruzar muy aprisa porque enseguida se ponía el semáforo en rojo.

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El tiempo en Dublín es muy variable. Pueden pasar las cuatro estaciones del año en un mismo día. Despertarte con sol y calor y a los 20 min tener una tromba de agua. Las nubes se movían muy deprisa. Santiago Calatrava se ha currado un precioso puente a su más puro estilo. Toda una obra de arte.

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Sin duda una de las cosas que más me gustaba de Dublín era la parte más cercana al puerto en donde habían numerosos ejemplos de arte contemporáneo. Como por ejemplo el antiguo Gasómetro de Dublín, reconvertido ahora en un centro de negocios.

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Más ejemplos de arquitectura contemporánea. Este conjunto de edificios (George’s Quay Center) son ya un icono de Dublín.


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Aunque sólo me pude escapar una noche para hacer fotos, la noche dublinesa regala interesantes imágenes. En primer plano la Avda. de O’ Connell con el edificio de correos a la derecha y el Spire en el centro. Abajo a la izquierda uno de los márgenes del Liffey. A la derecha edificio del antiguo parlamento.

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Para las fiestas escogíamos casi siempre este sitio llamado Q en los bajos del edificio de Heineken junto al Liffey. Entre semana la entrada era libre.

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Gente rara hay en todas partes (foto hecha en julio…).


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Qué puede haber más característico de Irlanda que su Guinness y sus pubs. Casi siempre están repletos a partir de media tarde y suelen tener buenas actuaciones en directo. Las pintas suelen ser caras (entre 4.5 y 6€ una pinta de cualquier cerveza, hasta 4 € un refresco).

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Típicas escenas de fiesta.

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Yo llegando tarde al temporizador. Lo que pasa después de comer. Interesante eh

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El Penneys era casi la única tienda en Irlanda que era barata de ropa. Similares precios y calidad al Primark de España. Menos mal que no soy fumador (abajo izquierda), una cajetilla vale 8.5€. El grupo Inditex también se dejaba ver por allí.

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